La Semilla da Fruto

Mt. 13,1-23, las multitudes querían escuchar a Jesús y les habla de la vida del campo con la parábola del sembrador. El sembrador es Dios. La semilla es la Palabra que oían aquellos varones y mujeres que se reunían en torno a Jesús y que conocían la realidad de sus tierras en Palestina. Jesús hoy nos habla de la fuerza de su Palabra, que transforma el corazón de cada oyente, el 30, el 60, el 100 por uno. La Palabra de Dios es vida y tiene una fuerza transformadora en el corazón de los que estamos abiertos a Dios, para producir frutos. Exige la libertad y responsabilidad de los discípulos.

Jesús nos dice hoy: los que aceptan la Palabra van comprendiendo los misterios del reino de Dios. Este reinado de Dios es sembrar amor, justicia, tolerancia, paz. Frente a las seducciones o dificultades de la vida, la semilla puede ser ahogada por los afanes de este mundo: la corrupción, las injusticias, los atropellos contra la dignidad de las personas, el miedo, el sometimiento moral, la intolerancia. Hoy más que nunca tenemos que volver nuestra mirada a las zonas rurales, sembrar una cultura de solidaridad y de soluciones concretas de atención a los pobres, como es superar la malnutrición y la pobreza.

El Papa Francisco dirigiéndose a los miembros de la FAO: “El compromiso de cada País por aumentar el propio nivel de nutrición, por mejorar la actividad agrícola y las condiciones de las poblaciones rurales, se concreta en el impulso del sector agrícola, en el incremento de la producción o en la promoción de una distribución efectiva de los alimentos. Pero esto no basta. En efecto, dichos objetivos lo que están pidiendo es que se considere cada día que el derecho de cada persona a ser liberada de la pobreza y del hambre depende del deber que tiene toda la familia humana de ayudar de forma concreta a los necesitados” (Mensaje a los participantes de La Organización Mundial de la Alimentación y la Agricultura 03.7.2017).

La Palabra de Dios es semilla de libertad, conversión, compromiso y testimonio de vida. Se convierte en buena noticia cuando se proclama con alegría y se vive en serio este discipulado de Jesús en medio del mundo que nos toca vivir.

La Palabra de Jesús es rechazada por la dureza de corazón. Germina en el corazón sensible a Dios, a la realidad de la vida y con el testimonio. Como muy bien nos recuerda Is. 55,10-11: “Mi palabra que sale de mi boca, no volverá a mí vacía, sino que hará mi voluntad y cumplirá mi encargo”. Jesús ha sembrado su Palabra, con generosidad y amor en tu corazón, porque te ama y quiere que produzcas frutos de calidad, como maestro, a, estudiante, profesional, obrero, ama de casa. Sólo basta tu decisión, tu comprensión, tu disponibilidad como creyente para ser como comunidad cristiana testigo de la luz y de la verdad. La palabra de Dios nos impulsa a cuidar y defender la creación como don de Dios.

El apóstol Pablo nos recuerda hoy “…esta humanidad tiene esperanza de que será liberada de la esclavitud de la corrupción para obtener la gloriosa libertad de los hijos de Dios” (Rom 8,20-21). Y ésta es nuestra misión frente al egoísmo de unos, defender el medioambiente, pero sobre todo crear un ambiente ecológico de amor y de respeto del uno por el otro para saber sembrar esa semilla del evangelio en el corazón de nuestra sociedad.  (Fr. Héctor Herrera, o.p.)

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