¡Nosotros gritamos “Kilele”! ¡Nosotros gritamos “libertad”!

Al ritmo del piano de la selva,  como lo es la marimba, junto con los tambores que retumban en los corazones de los asistentes y la tambora acompañando una voz del Pacifico, se da paso a una danza, un canto y  a una construcción colectiva, como lo es la Corporación Palenque.

 

Al lado del escenario, una vela roja encendida y un vaso, símbolos que representan respeto, devoción y la espera de la bajada de los dioses africanos que arriban con sed. Sed de escuchar a cada integrante de este grupo musical que,  a través de sus cantos y sus sonidos representativos de la cultura afro,  perpetúan sus tradiciones  no solo en el pacífico colombiano,  sino en la gran capital de Colombia, en donde  “ser negro es difícil”, según uno de sus integrantes.

Por eso, desde la identidad afro gestionan, componen y tocan, y con un orgullo conservan en cada palabra, en cada letra su historia, marcanda por la esclavitud en tiempos de la Colonia,  hasta la marcha de la lucha, la resistencia y la libertad de tiempos más recientes,  expresados en la danza que cada bailarín les acompaña con coloridos trajes, máscaras, peinados y un color de piel que adorna de cultura los rituales de vida y muerte.

La tradición musical va de generación en generación. Incluso no es necesario ser parte de la familia palenquera para sentir, cantar y aplaudir ante la majestuosidad de representación, que logran con cada paso y cada nota musical. Hoy en día este género musical se vive en ciertas expresiones como los pujidos o gritos llenos de energía e identidad. En esta clase de cantos,  la chirimía, las tablas sueltas, los tambores cónicos y la marimbulas son los instrumentos que más se destacan  al momento de denominar y reconocer en términos generales la música afrodescendiente,  que contribuye a la identidad plurietnica y multicultural de Colombia.

Los asistentes a esta presentación pudimos no solo deleitar el oído. A simple vista se presenciaba la manera de cómo los dioses representados por los bailarines se alegraban de los cantos y bajaban de la tarima para sentir de cerca la admiración al ser espectadores, de escuchar detenidamente no solo el ritmo de los tambores, sino las palabras recargadas de amor que cuentan cómo es ser una persona afrodescendiente,  teniendo en cuenta una historia marcada por la falta de libertad y la discriminación, pero,  al seguir la línea del tiempo, en el presente son características de una memoria colectiva, que respeta su pasado, aunque proyectado al presente, al que le pone buena cara, para transformar con el corazón todo lo que vivió el pueblo afro.

También se pudo admirar  el Currulao, baile representativo y digno de la comunidad afro, que hizo parte de la presentación junto con el acompañamiento teatral, folclórico y de danza, haciendo homenaje a este baile perteneciente a una rica y amplia gama de musicalidades colombianas, demostrando que la afrocolombianidad en todo el sentido es un tema bastante importante y valioso de nuestro país, no solo por la historia que  nos cuenta, sino porque es en  este país donde aún viven infinidad de prácticas de origen africano que permanecen y permanecerán en la educación y crecimiento de generaciones venideras que nacerán para no repetir la historia, para ser libres y con ella poder gritar “¡kilele!”,  poder gritar “¡libertad!”.

Por:
Jenifer Larrotta
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