Me Sedujiste Señor

El evangelio de Mt 16,21-27, nos presenta a Jesús explicándoles sobre el primer anuncio de su pasión y resurrección. Jesús alaba a Pedro, cuando éste lo reconoce como el Hijo del Dios vivo (Mt 16,13-20). Y cuando Jesús les anuncia su muerte y su resurrección, entra en crisis como cualquiera de nosotros: “Dios no lo permita, Señor. No te sucederá tal cosa” (v.22). Jesús le responde ¡Aléjate, Satanás. Piensas como los hombres, no como Dios” (v. 23).

Pedro no quiere un siervo sufriente (Is. 42,1), le impone a Jesús su propia imagen triunfante. Con esas palabras “apártate de mí, Jesús le dice: “vuelve a ser mi discípulo”. “El que quiera seguirme que se niegue a sí mismo, cargue con su cruz y me siga. El que quiera salvar su vida la perderá; pero quien pierda la vida por mi causa la conservará” (vv.24-25). Negarse, tomar la cruz y seguirlo son tres condiciones para ser discípulo. Negarse a sí mismo significa no pensar en su propio interés, sino ser libre para servir con amor. Tomar la cruz es renunciar a la seguridad. Seguirlo es hacer lo que El hizo, entregó su vida por todos. El ejemplo de tantos laicos y mártires como Mary Tere, no se aferró a su vida que estaba en peligro, sino a la misión de servir a los pobres, se vio iluminada por Cristo. Ella comprendió que la fe en Jesús se vive en medio del pueblo de los más excluidos de nuestra sociedad. Me impresionó su fe en Jesús y en los pobres, que es posible amar la cruz y ser libres, “el sufrimiento, la injusticia y la cruz nos interpelan a vivir como Iglesia samaritana (Lc. 10,25-37), recordando que la “evangelización ha ido siempre unida a la promoción humana y a la auténtica liberación cristiana” (D.A. No. 27). Esto es lo que han hecho los misioneros de ayer y de hoy: amar la vida, defenderla y promoverla en su dignidad.

“Me sedujiste, y me dejé seducir; me forzaste, y me venciste” (Jr. 20,7). Es la experiencia del discípulo cuando la Palabra de Dios se encarna en las realidades injustas, es motivo de insulto y de burla. Pero aún en medio de esas dificultades está el Dios de la vida, que nos amó tanto hasta entregar su vida por nosotros. Porque como decía Teilhar de Chardin: “Quizás miras a la cruz y no ves en ella más que dos palos cruzados. Da la vuelta a la cruz y verás en ella a Jesús clavado por amor. Entonces todo cambiará de sentido y lo comprenderás todo”. Ánimo tú catequista, misionero, a, que estás en los valles, en los lugares más inhóspitos, en las ciudades y universidades, cuando parece que nadie te escuchara y más bien eres motivo de mofa, recuerda lo que: “nosotros, como discípulos de Jesús y misioneros, queremos y debemos proclamar el Evangelio, que es Cristo mismo. Anunciamos a nuestros pueblos que Dios nos ama, que su existencia no es una amenaza para el hombre, que está cerca con el poder salvador y liberador de su Reino, que nos acompaña en la tribulación, que alienta incesantemente nuestra esperanza en medio de todas las pruebas”(D.A. No.29). Ama la cruz y encontrarás vida, fuerza, esperanza y la alegría de servir con amor. (Fr. Héctor Herrera, o.p.)

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